
La historia comienza ubicando al lector en una aldea, Betania, donde viven dos hermanas, Marta y María. El núcleo familiar constituido por María, Marta y Lázaro, era visitado por Jesús con frecuencia. Toda vez que visitaba Betania, se detenía en la casa de ellos, ya que les unían grandes lazos de amistad. El autor del libro recuerda a los lectores que María en una ocasión anterior había derramado un perfume muy costoso sobre el Señor y lavado sus pies con sus cabellos. Esta mención es un ejemplo de que toda acción positiva que hacemos, cada día, está siempre presente en la mente de Dios. Nuestro Padre celestial no se olvida del bien que hacemos y a su tiempo cosecharemos el fruto de nuestras acciones, sea en este siglo o en el venidero.
Lázaro enferma y las hermanas envían un mensajero al Señor para notificarle de la enfermedad de su hermano, en especial, porque saben que él ama mucho a Lázaro. En este pasaje la palabra griega corresponde al amor filial, al amor que existe entre los miembros de una familia. En otras palabras le estaban diciendo, Lázaro, al que amas como a un hermano, ha enfermado y se ve muy mal.
Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. (versos 4-6)
Cuando los mensajeros traen la noticia a Jesús, él inmediatamente les indica que esta situación difícil que atraviesa Lázaro no es para muerte. Es una situación donde Jesús mostrará que es el Hijo de Dios y a través de ello dará gloria a su Padre. El autor vuelve a indicar que Jesús amaba a todos los miembros de esta pequeña familia. No importa cuan pequeños seamos, Jesús nos ama. El Señor no se puso ansioso, no se desesperó ni angustió. Al contrario, confiado en que tenía control sobre la situación, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. ¿Qué desilusión para los mensajeros? Posiblemente, ellos esperaban que Jesús saliera corriendo para la casa de Lázaro, sin embargo, decidió quedarse dos días más donde estaba. Son muchas las instancias donde lo que esperamos que Dios haga no es lo que él entiende que debe hacer; puesto que no es lo mejor. Hay situaciones que nos producen mucha tristeza y quizás angustia, sin embargo son para la gloria de Dios. Tenemos que aprender a confiar en que Dios tiene cuidado de nosotros y que a su debido tiempo intervendrá y proveerá para resolver la situación difícil en la que nos encontremos.
Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él. (versos 11-15).
Pasados los dos días, Jesús decide ir a la casa de Lázaro. En este momento ya Lázaro ha muerto y Jesús dice a los apóstoles que va a despertarlo. En este contexto Jesús no se refiere al sueño sino a la muerte física; donde el alma se separa del cuerpo físico. Jesús dice a los apóstoles que se alegra por ellos, de no haber estado cuando Lázaro convalecía. ¿En que sentido se alegra por ellos? Si hubiese estado allí, lo habría sanado y Lázaro no habría muerto. Este milagro de sanidad no les habría impactado mucho puesto que sería uno más de los que ya había realizado. Sin embargo, levantarlo de su tumba, cuatro días después de muerto, haría un huella inolvidable en la vida de los que presenciaron el evento y en especial en la vida de los discípulos. ¿Quién es este que ni aún la muerte lo puede detener? La resurrección de Lázaro sería un evento que solidificaría la fe de los apóstoles; evento que apuntaría hacia la realidad de que Jesús es el Hijo de Dios.
Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. (versos 17-22)
La casa estaba llena de gente puesto que todos amaban mucho a esta familia. Marta sale al encuentro del Maestro y le dice “Señor si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto.” Posiblemente, algunas personas pensaron que había llegado muy tarde. El cuerpo de Lázaro había iniciado su proceso de descomposición. Pero, ¿llegó tarde el Señor? La respuesta es simple y sencilla, no. Él estuvo y estaba con la familia en todo el proceso de la enfermedad y muerte de Lázaro. Por esta razón, cuando le fueron a dar la noticia, el dijo, “No es de muerte sino para la gloria de Dios”. ¿Cuántas veces hemos llegado a pensar que no está? Sin embargo, nos está guiando paso a paso. Marta reconoce que si Jesús hubiese estado presente físicamente, Lázaro no habría muerto. Luego declara con toda seguridad “pero aún así estoy convencida de que todo lo que le pidas a Dios te será concedido”. Que convicción profunda tiene esta mujer.
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo. (versos 23-27)
En Juan 5:29, el apóstol indica que hay dos resurrecciones; “los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida (primera resurrección); mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación (segunda resurrección)”. La primera resurrección comienza en el rapto de la iglesia y termina al final de la gran tribulación. La segunda resurrección ocurre al final del milenio, donde los que no creyeron a la verdad, serán separados de Dios por toda la eternidad. Jesús dice a Marta, no me refiero a la primera resurrección, me refiero a que “Yo soy la vida” y por tanto, él resucitará ahora, porque así lo deseo. Ningún ser humano ha dicho cosa semejante, sólo el Hijo de Dios tiene autoridad para hacerlo. Varios escritores, entre ellos C.S. Lewis, han señalado que para hacer declaraciones como la anterior, y de hecho hizo muchas de este tipo; Jesús tenía que ser el Hijo de Dios, de lo contrario, sería un mentiroso, un manipulador y por consiguiente un mal maestro. Sin embargo, su nacimiento sobrenatural, su ejecutoria perfecta durante sus 33 años de vida y su resurrección de entre los muertos indica que él es en verdad el Hijo de Dios. Luego el Señor hace una promesa para nosotros “todo el que vive y cree en mí, no morirá eternamente.” Esta es la promesa de vida eterna que Dios nos ha hecho. Jesús le pregunta ¿lo crees? Y ella le contesta, sí tú eres el Hijo de Dios.
Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí. María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró. Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. (versos 30-36)
Marta avisa a María, y ésta fue a ver al Maestro que todavía no había entrado a la aldea. Y cuando llegó a donde estaba se arrodilló llorando y dijo “Señor si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto.” Ambas, Marta y María estaban convencidas de que si Jesús hubiese estado con ellos, Lázaro no habría muerto. Esta familia estaba convencida de que Jesús sanaba a los enfermos, no importa cuán compleja fuera la enfermedad. Cuando Jesús vio llorando a María, junto a los judíos que vinieron con ella, que también lloraban, se conmovió profundamente en el espíritu, se entristeció y lloró. Las lágrimas de Jesús fueron reconocidas como fruto del amor que tenía por la familia y por Lázaro. El Maestro ama a sus discípulos y se entristece cuando los ve sufrir como en esta ocasión.
Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera? Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir. Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él. (versos 37-46)
La gente decía ¿No podía éste, que abrió los ojos del ciego, haber evitado también que Lázaro muriera? Claro que sí, esa fue la posición que sostuvieron Marta y María. Jesús dijo: Quitad la piedra. Marta, hermana del que había muerto, le dijo: Señor, ya hiede, porque hace cuatro días que murió. Esta declaración se puede interpretar como que en el momento de la verdad, Marta tuvo duda. Jesús le dijo: ¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios? Jesús no la trata con reproches, por el contrario, le recuerda lo que ya le había dicho, si crees en mí verás la gloria de Dios. Jesús alzó los ojos a lo alto, y dijo: Padre, te doy gracias porque me has oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que me rodea, para que crean que tú me has enviado. Jesús no tenía que decir nada, sólo tenía que ordenar; Lázaro ven fuera. Sin embargo, conociendo la debilidad de los presentes, habló al Padre para recordarles que fue él quién lo envió y por consiguiente, siempre lo escucha y apoya.
Jesús siempre llega en el momento adecuado para edificar y aumentar la fe, no de unos cuántos, sino la de muchos. “Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él.”

Vivimos en la era del conocimiento y de las emociones. De las ciencias, las ideologías, los sentimientos. Vivimos en una sociedad altamente humanista. Se exalta al ser humano por sus capacidades, de pensar, de razonar y de sentir. De construir y de inventar, y la Iglesia debe tener mucho cuidado de no caer en esta tendencia humanista. Hay una verdad que late fuerte en la Palabra de Dios y se aclara en nosotros cuando conocemos a Cristo: el ser humano sin Dios está muerto. La salvación es un milagro, un acto sobrenatural, que escapa a todo razonamiento humano, que huye de emocionalismos y que sólo puede entenderse mediante el conocimiento personal de Cristo. No es algo irracional, de hecho está fundamentado en parámetros legales altamente racionales: nacemos condenados, la culpa pesa sobre nuestras espaldas porque en nosotros está el germen del pecado, que brota irremediablemente y nos aleja de Dios, nos conduce hasta la muerte, pero la muerte del cuerpo, porque el espíritu nace muerto ya. Sólo hay una forma de ser declarados libres, de evitar la pena de muerte. Pagar el precio. ¿El problema? Nadie tiene suficientes riquezas, ni una vida suficientemente perfecta, ni el poder para pasar de muerte a vida. Nadie excepto Jesús. Pero debe ser voluntario, no puede ser a la fuerza. Y de nuevo, Jesús. No sólo nos liberta de una muerte inminente, resucita nuestro espíritu. Y he aquí el milagro. Y en este punto es donde la sociedad difiere. La resurrección. Los milagros. La fe. Todo lo que el ser humano no puede explicar o demostrar. La mayoría de sucesos tienen explicaciones naturales. Pero, ¿no es acaso la naturaleza y su curso un milagro en sí? Cada proceso natural proviene de un suceso sobrenatural: la vida. Y la vida, el inicio de ella, solamente tiene un autor: Cristo.

Antes de Él, no había nada. Él creó el universo. Pero, ¿no fue Dios? Él es Dios. Él es el único modo de conocer a Dios. Él es Dios hecho hombre. En el Génesis, Jesús ya era. El apóstol Juan lo dice: “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio”. Algunos creen que Jesús es un siervo más de Dios. Como los ángeles, como los profetas. Pero Jesús no es un ser creado. Es el ser Creador. Él es la segunda persona de la trinidad. En Él está la divinidad. Cuando estuvo en la tierra, sujetó su divinidad, por amor, para cumplir su propósito: la salvación de la humanidad. Tal vez nunca podamos entenderlo del todo, al menos no mientras nuestra mente esté limitada, aquí en la tierra. Pero en el cielo, todo tendrá sentido. De momento sólo necesitamos entender esto: Cristo es Dios, en Él habita la plenitud de Dios. En Cristo tú y yo estamos completos, porque Él nos completa. No nos falta nada porque Él lo llena todo. Dios mismo se acerca a su propia creación. Porque Él no “tiene” amor. Él es amor. La esencia de Dios es el amor. Nuestra esencia es irremediablemente el amor, si Cristo es nuestra “cabeza”. Si de verdad le hemos cedido las riendas de nuestra vida a Cristo, entonces no podemos ser escasos en amor. Y es a través de ese amor, el amor de Cristo en nosotros y a través de nosotros, que vamos a conquistar el mundo entero. Porque el amor de Dios es poderoso, es feroz, es eterno, como las garras de un león, atraviesa el corazón humano, no para destruirlo, sino para restaurarlo.

Nuestra misión como creyentes es clara: la expansión del Reino de Dios por todo el mundo. A través de toda la Biblia vemos una y otra vez, cómo Dios, a través de su pueblo, desea revelarse a la humanidad al completo, para que se arrepientan de sus pecados y sean salvos. No es una misión fácil, ni siquiera posible para un ser humano. Sin embargo, se hace posible gracias a Jesús, a su obra en la cruz y en nosotros. Por medio de Él y con la ayuda insustituible del Espíritu Santo, se hace posible. Sin embargo, la gente no va a ver a Jesús en persona, encarnado como le vieron hace más de dos mil años. Ahora las personas van a conocerle a través de ti, y de mí. La Iglesia es ahora el cuerpo de Cristo, y si quieren conocerle, lo harán conociéndonos a nosotros. ¿Qué van a ver? En la carta de Pablo a los Colosenses, encontramos la clave para que la Iglesia no pierda su esencia, ya que como seres humanos, somos fácilmente engañados. Debemos fortalecer nuestro espíritu y nuestra mente a través del reinado de Cristo en cada uno de nosotros. Sólo así, con Jesús a la cabeza, la Iglesia puede cumplir su misión y el Reino de Dios alcanzar a todo ser humano. En estos cinco días, vamos a encontrar en Jesús mucho más que una persona perfecta, un maestro, un salvador, hallaremos la esencia del universo, a Dios mismo.

Daddy Yankee sorprendió al mundo al regresar a los Billboard durante la Latin Music Week 2025, marcando un nuevo capítulo en su carrera con el lanzamiento de su álbum “Lamento en Baile”, inspirado en el versículo bíblico Salmo 30:11 (“Has cambiado mi lamento en baile”). Su sencillo “Sonríele” ya alcanzó el número 1 en la lista Latin Airplay de Billboard, consolidando su regreso con un mensaje totalmente renovado y centrado en su fe cristiana. El artista puertorriqueño, cuyo nombre real es Ramón Luis Ayala Rodríguez, compartió que su conversión transformó su vida y su arte, afirmando que “la fortaleza más grande que tenemos en medio de una crisis es adorar y alabar al Señor porque trae alegría”. Lejos del reguetón tradicional, Daddy Yankee aseguró que este no es solo un regreso musical, sino espiritual: “No se trata de un regreso simplemente… se trata de conexión”. Con este nuevo propósito, el “Big Boss” busca inspirar a otros a encontrar esperanza, fe y propósito en Dios, demostrando que la música urbana también puede ser un canal poderoso para compartir el mensaje de Cristo.

Y ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice al miedo. En cambio, recibieron el Espíritu de Dios cuando él los adoptó como sus propios hijos. Ahora lo llamamos «Abba, Padre» —Romanos 8:15 NTV Dios me está enseñando lo que significa ser su hija. Aunque crecí en un hogar centrado en Él, no entendía lo que significaba ser su hija. Mis padres y abuelos me enseñaron sobre Dios y su fe, pero me tocaba a mí decir «sí» a convertirme en una creyente de Jesús. Siempre creí que no era suficiente, que tenía que hacer algo para ganarme su amor. Durante la pandemia de Covid-19, en un momento difícil, tuve un encuentro con Dios que transformó mi vida. Vi cómo Él me llamaba a volver a mi primer amor, volver a Él. Vi el fruto de las oraciones de mi familia y comprendí que el Dios de mis padres era también mi Dios. Puedo llamarle «Abba Padre», no por mis obras, sino porque Jesús murió en la cruz por mis pecados. Cuando Cristo se sacrificó a sí mismo por nosotros, nos liberó del pecado y de la separación de Dios. En Romanos 8, aprendemos que aquellos que se apartan del pecado y aceptan a Jesús como su Salvador son “guiados por el Espíritu de Dios” y somos “hijos de Dios” (v. 14 NTV). Somos adoptados por Dios y podemos llamarle “Abba, Padre” (v. 15 NTV). Dios anhela tener una relación estrecha con nosotros, y no necesitamos hacer nada para ganarnos esa relación, pero necesitamos responder. ¿Hoy confías en Jesús y en que has sido adoptado dentro de Su familia por siempre? Waleska Morales ¿En qué punto te encuentras en tu relación con Dios? Si tu confías en Jesús, ¿qué significa para ti llamar a Dios «Abba Padre»? Jesús, gracias por tu sacrificio en la cruz y por adoptarme. Por favor ayúdame a crecer en mi relación contigo y a reflejar tu amor aquí en la tierra. Amén.

Hablarás de [estos mandamientos] estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. —Deuteronomio 6:7 RVR, énfasis añadido por el autor Cuando los israelitas estaban en las llanuras de Moab preparándose para entrar en la tierra prometida, Moisés les recordó que debían enseñar a sus hijos un mandamiento importante: «Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas» (v. 5 RVR). Dado que los israelitas vivían en una cultura arraigada en tribus y familias unidas, toda la tribu debía enseñar a los niños, no solo los padres. Podemos aprender del mandato de Dios. Es importante que enseñemos a nuestros hijos acerca de Dios, como la escritura nos manda en Deuteronomio 6. Esto también puede ser útil de tener aliados espirituales en la vida de nuestros hijos. Dios nos ha diseñado para que nos relacionemos unos con otros. Incluso las Escrituras exhortan a los creyentes a animarse unos a otros (Hebreos 10:24). Podemos llegar a nuestra familia de creyentes y pedirles que se unan a nosotros en nuestro viaje de criar a los niños y enseñarles a amar y honrar a Dios. Aprovechar la influencia de otros puede ofrecer a nuestros hijos un apoyo adicional y darles otra persona a la que pedir consejo si así lo desean. Quizás Dios ya ha puesto a alguien en tu vida que puede ser un aliado espiritual. Tal vez sea la familia de tu iglesia o un amigo. Tu relación con tus hijos y tus esfuerzos por guiarlos son importantes. ¿Y lo más importante? Enseñarles acerca de nuestro asombroso Dios y todo lo que ha hecho a través de las generaciones. Lucas Leys ¿Quiénes pueden ser aliados espirituales en la vida de tus hijos? ¿Qué puedes hacer hoy para enseñar a tus hijos a amar a Dios? Dios de generaciones, guíame hacia aliados espirituales y ayúdame a encontrar cada día oportunidades para enseñar a mis hijos acerca de ti. Amén.

Y debido a que somos sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestro corazón, el cual nos impulsa a exclamar «Abba, Padre». —Gálatas 4:6 NTV Como hija mayor y primogénita de tres hermanas, me convertí de forma natural en una persona ambiciosa, siempre esforzándome por dar más y buscar los mejores resultados. Esta puede ser una gran cualidad cuando se utiliza bien, pero resulta agotadora cuando define la propia identidad. Tras años de conversaciones con Dios a través de la oración, me di cuenta de algo: a menudo nos esforzamos tanto porque buscamos amor y aceptación. Intentamos demostrar nuestra valía y ganarnos un amor que ya nos ha sido dado. Gálatas 4:4–7 nos recuerda una hermosa verdad: no tenemos que ganarnos el amor de Dios. En el versículo 6, el apóstol Pablo dice a los creyentes en Jesús, “Y debido a que somos sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestro corazón, el cual nos impulsa a exclamar «Abba, Padre»” (NTV). Fuimos adoptados en la familia de Dios, no por nuestros esfuerzos, sino porque Él nos eligió. La adopción es intencional. Dios te vio, te conoció, y aun así dijo: «Eres mío». Tal vez has estado llevando una carga innecesaria, sintiendo que no eres suficiente o que debes hacer algo para merecer su amor. Pero los niños no trabajan para ganarse un lugar en la familia, simplemente pertenecen a ella. Y tú perteneces. Eres amado, aceptado y sostenido en Su gracia. El Dios de las generaciones te está eligiendo. El mismo Dios que llamó a Abraham, Moisés y David te ha llamado a formar parte de su familia. Yasmin Yunes ¿Qué cargas llevas ahora mismo? ¿Cómo puedes descansar en la verdad de que ya le perteneces a Dios? Abba Padre, gracias por adoptarme en tu familia. Por favor ayúdame a recordar que no tengo que esforzarme para ganarme tu amor. Amén.

Entonces, el ángel les habló a las mujeres: «¡No teman!—dijo—. Sé que buscan a Jesús, el que fue crucificado. ¡No está aquí! Ha resucitado tal como dijo que sucedería. Vengan, vean el lugar donde estaba su cuerpo. — Mateo 28:5–6 NTV Imagina que un ser querido ha llegado al final de su vida terrenal y le has dado sepultura. Días después, visitas su tumba y la encuentras vacía. Un ángel te dice que ha resucitado. Imagina la maravilla, el miedo y la duda que podrías experimentar. Estas fueron algunas de las emociones de los primeros testigos de la resurrección de Jesús. Este momento victorioso no es solo un acontecimiento pasado, sino el comienzo de una nueva era llena de esperanza. En Mateo 28:6 (NTV), el ángel dice: «¡[Jesús] no está aquí! Ha resucitado tal como dijo.». Estas palabras fueron algo más que un simple anuncio: marcaron un punto de inflexión en la historia de la humanidad. La resurrección abrió la puerta a la comunión con el Padre y afirmó que la muerte no tiene la última palabra. Igual que resucitó y ascendió al cielo, volverá por nosotros (Hechos 1:9–11). Podemos transmitir a la siguiente generación esta verdad asombrosa: la resurrección de Jesús nos transforma y nos prepara para la unión eterna con él. La resurrección significa el poder incomparablemente grande de Dios que también está disponible para los creyentes hoy (Efesios 1:19). Estamos anclados en la verdadera resurrección de Cristo. Su victoria significa que ya no vivimos con miedo, sino con esperanza, confiando en Su fidelidad. Christine D’Clario ¿Qué significa que Jesús proclamara la victoria sobre la muerte? ¿Qué puedes hacer esta semana para confiar más en Dios con tus miedos? Señor Jesús, gracias porque en tu resurrección encuentro vida y esperanza. Por favor ayúdame a confiar en tu victoria y a compartir esta verdad con el mundo. Amén.

Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. —Juan 19:30 RVR Consumado es. Estas fueron las últimas palabras de Jesús en la cruz. En ese momento, la historia se partió en dos. Fue el día más oscuro de la creación: el cielo se enlutó cuando el Hijo de Dios, a través del cual se hicieron todas las cosas, exhaló su último aliento. Jesús vino como un verdadero héroe. Dejó su trono, su gloria y su posición divina para habitar entre nosotros. Trajo esperanza, paz y reconciliación (2 Corintios 5:19); Él abrazó nuestra fragilidad y nuestra fe débil. Él no vino solo a cautivar a un mundo alejado de Dios, sino a reconciliarlo con su creador. Murió por nuestros pecados para que no tengamos que soportar ese castigo y permanecer separados de Dios. Gracias a su sacrificio, podemos tener vida eterna y estar con Dios para siempre. Juan 3:15 promete que todo aquel que crea en Él tendrá vida eterna. La cruz fue cruel y despiadada, llena de sufrimiento y agonía, sin embargo, condujo a la resurrección. Dios no escatimó nada para cambiar nuestra historia, escrita con la tinta de la sangre derramada en la cruz del Calvario. Por el sacrificio de su Hijo en esta cruz, todas las generaciones están unidas. Al compartir esta historia a lo largo de las generaciones, invitamos a otros a unirse a la familia de Cristo y compartimos el mayor regalo posible. Y la oscuridad se convierte en luz. Alex Campos ¿Cómo puedes vivir cada día en respuesta al sacrificio de Jesús? ¿Con quién puedes compartir esta semana la esperanza que tenemos en Jesús? Jesús, gracias por entregar tu vida por mí. Por favor, ayúdame a vivir cada día en gratitud por tu sacrificio y que mi vida refleje tu amor y tu gracia. Amén.

Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. —1 Juan 4:7 RVR De niña, una de mis cosas favoritas era escuchar las historias de fe que mi padre compartía con nosotros. Siempre me asombraba ver cómo el poder y la fidelidad de Dios se habían manifestado en su vida. Era muy alentador para mí ver cómo su amor por Jesús se hacía evidente en la forma en que amaba y servía a los demás. Ahora, mientras desarrollo mi propia relación con Jesús, he tenido el privilegio de servirle y ser testigo del impacto de compartir su amor con otros. En 1 Juan 4:7, el apóstol Juan dice: “Queridos amigos, amémonos unos a otros”. Esto nos recuerda que fuimos llamados a amar porque conocemos a Dios. Cuando amamos, seguimos el gran mandamiento, “‘Ama al Señor tu Dios con todo tucorazón, con toda tu alma y con toda tu mente (...) Este es el primero y el más importante de los mandamientos” (Mateo 22:37–38) Se nos instruye entonces: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. 39). Servimos y amamos a Dios sirviendo y amando a su pueblo. ¿Cómo servimos a los demás? Una manera de hacerlo es mostrar la misma compasión y gracia que Dios nos muestra cada día. Esta gracia y compasión es un don maravilloso para compartir con los demás y les muestra la luz de Cristo (Juan 8:12). Daniela Calveti ¿Con quién puedes compartir el amor de Dios esta semana? ¿En qué áreas puedes servirle a Dios en tu iglesia, tu comunidad o en tu trabajo? Querido Dios, gracias por el amor que Tú me has dado. Que mi vida refleje tu gracia. Por favor ayúdame a ver a los demás como tú, con una lente de amor y compasión. Lléname con tu Espíritu Santo para servir con un corazón dispuesto. Usa mis palabras y acciones para glorificarte y acercar a otros a ti. Amén.



