¡No grites!
¿Alguna vez has empezado una conversación que ha terminado a gritos?
Recuerdo cuando tenía 14 años. En aquellos tiempos creía en Dios, pero no había tenido todavía un encuentro con Jesús. Aun así, me molestaba que las personas hablasen mal de Dios, o de la fe cristiana.
Un día, una de mis compañeras del instituto empezó a cuestionar la existencia de Dios frente al resto de los que estábamos en su mismo grupo de trabajo. Empecé a discutir con ella, y las cosas se pusieron bastante tensas. Tratábamos cada uno de quedar por encima del otro en nuestra “batalla dialéctica”, al punto de hablarnos duramente, incluso con insultos y malas palabras.
Una de las cosas que dijo, sin embargo, se me quedó grabada. Me dijo: “¡Pues tú, para ser cristiano, menuda lengua tienes!”. Era verdad. Mi lenguaje, e incluso la forma que tenía de decir las cosas en aquella época, dejaban mucho que desear. ¡Gracias a Dios que eso cambió!
Al cabo de unos meses, cuando finalmente le entregué mi vida a Jesús, una de las primeras cosas que fueron renovadas en mi vida fue precisamente mi lenguaje y mis actitudes al hablar. ¡Deseaba tanto que mis palabras fuesen limpias y amables!
Querido(a) amigo(a), ¿te gustaría a ti también renovar tu forma de hablar y apartarte de toda maldad en tus palabras? La clave está en el corazón. La Biblia dice que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45). Mis palabras cambiaron porque mi corazón cambió.
Pídele al Señor que te ayude a quitar cualquier cosa en tu corazón que no provenga de Él, y que te llene de Su amor al hablar. Así podrás tener siempre en tus labios una “palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros” (Tito 2:8).
Disfruta de la frescura de este nuevo día de vida que Dios te da.
¡Eres un Milagro!
Christian Misch

¿Crees que el trabajo es una bendición, o una maldición? Mi profesor de francés del instituto era ateo, y aprovechaba cada vez que podía para atacar la fe. Según él, ¡Dios había castigado a la humanidad haciéndonos trabajar, como consecuencia de la caída de Adán y Eva! A Dios gracias, la verdad es bien distinta. De hecho, Dios ya había asignado previamente tareas a Adán y Eva, con el objetivo de que cuidasen de la Creación. ¡Ya tenían un trabajo, y muy bueno! =) La diferencia se encontraba en la bendición: antes de la caída, todo estaba lleno de vida, prosperaba, y había bendición por todos lados. Tras la caída, el pecado produjo muerte, escasez y esclavitud. ¡Incluso cultivar la tierra se convirtió en algo duro y complicado! Esa misma maldición de la caída quiere afectarnos hoy, llevándonos a trabajar en ambientes tensos, sin motivación, mal remunerados, con el único objetivo de conseguir un salario que nos permita sobrevivir. ¡Esa es la esclavitud en la que el enemigo quiere convertir algo tan precioso como debería ser el trabajo! Jesús le dijo a sus discípulos: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17). ¡El trabajo es una bendición de Dios cuando se lleva a cabo de la manera correcta! De hecho, Dios ya ha preparado buenas obras para que sean hechas a través de ti, para que “trabajes” en ellas (Efesios 2:10). Mi querido/a amigo/a, ¡Dios quiere bendecirte en tu trabajo! Él quiere que disfrutes de la obra de tus manos, que te sientas satisfecho/a y que puedas ser bendecido a través de ello en todas las áreas de tu vida. Él quiere, además, usar tu vida y el trabajo que haces para bendecir a muchos. A lo largo de esta semana voy a compartir contigo claves que te ayudarán a tener una perspectiva diferente acerca de tus tareas y obligaciones, y a descubrir más cómo puedes experimentar la bendición de Dios en todo lo que hagas. ¿Estás listo/a? ¡Eres un Milagro! Christian Misch PD: Estos textos han sido extraídos de Un Milagro Cada Día, un email alentador que escribo y envío diariamente a miles de personas. Si quieres recibir cada día este mensaje de aliento en tu correo electrónico, puedes suscribirte en este enlace. Además, al suscribirte recibirás el libro electrónico “10 claves para volver a conectarte con Dios”, el cual te ayudará a profundizar en tu comunión con Dios.

¡Hay tantas palabras huecas en este mundo! A lo largo de mi vida he visto a muchas personas repetir frases “cliché”, políticamente correctas, pero que en la práctica carecen de verdadero significado para sus vidas. Lo contrario a esto es la autenticidad. ¡Sienta tan bien escuchar a personas que son auténticas, coherentes con lo que dicen, con lo que creen y con lo que hacen! Jesús es el máximo ejemplo de autenticidad. No solo predicaba, sino que vivía perfectamente lo que decía. Sus palabras formaban parte de su ser. Él era siempre el mismo, tanto cuando predicaba a las multitudes como cuando estaba a solas con sus discípulos, o cuando estaba a solas orando en el bosque. Querido(a) amigo(a), es tiempo de que nuestras palabras sean un reflejo de quienes somos en realidad. Que cualquier rastro de fariseísmo sea totalmente desterrado de nuestras vidas, porque como decía Jesús acerca de ellos, “dicen, y no hacen” (Mateo 23:3). Que no sea así en nuestras vidas: Que las cosas que digamos que vamos a hacer, las hagamos. Que no tengamos miedo de ser vulnerables y de compartir con otros de manera sabia aquello por lo que estamos pasando. Que no busquemos dar una apariencia de algo que no somos, motivados por orgullo. Que tengamos la humildad de pedir perdón cuando fallamos a otras personas. Que nuestras palabras sean transparentes, y llenas de significado. Querido(a) amigo(a), esto es lo que intento hacer cada día. En cada texto que te mando, en cada programa que hago, trato de compartir mis experiencias, mis luchas y victorias contigo, desde la más completa sinceridad y vulnerabilidad. Deseo de todo corazón que estos contenidos resuenen con tu realidad, y que Dios te esté hablando a través de ellos. Y si todavía no estás viviendo en esta coherencia divina, ¿te gustaría intentar vivir en ella a partir de hoy? ¿Quisieras acompañarme en este precioso propósito? ¡Te aseguro que el resultado valdrá la pena! Te llevo en mi corazón. ¡Eres un Milagro! Christian Misch

¿Has viajado alguna vez en transporte público en el horario de mayor tráfico vehicular? Recuerdo que, cuando era estudiante, tenía que tomar el metro para ir a la universidad. La línea 6 de metro siempre estaba saturada a esas horas, los vagones estaban llenos a más no poder. ¡Parecíamos sardinas en lata! Al estar tan juntos todos, era fácil respirar la “fragancia” de las personas que teníamos al lado. La mayoría de la veces era agradable, pero de vez cuando a algunos de mis vecinos de vagón les había abandonado el desodorante… =) A la hora de hablar ocurre algo similar. Es en las distancias cortas, en las conversaciones que mantenemos a lo largo del día, donde podemos respirar tanto la fragancia de las palabras de las personas que nos rodean, como el desagradable olor de los malos comentarios. Es ahí también donde podemos fácilmente desviarnos, y hablar palabras que no convienen, solo por quedar bien con los demás. La Biblia dice: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Colosenses 4:6). ¡Sí, querido(a) amigo(a), somos la sal del mundo, y como tal nuestras palabras deben contener también esa sal! Piensa en ello cuando estés hablando con otras personas: déjales que respiren la fragancia de Dios a través de ti, que gusten la gracia en tus palabras. El amor reflejado en tus palabras, la amabilidad y el compartir con los demás acerca de Jesús, es lo que hace que tus palabras tengan ese punto de sal que cambia la vida de las personas. Vamos a orar: “Señor, te doy gracias por lo que estás haciendo en nuestras vidas. Ayúdanos a que nuestras conversaciones estén marcadas por Tu amor y por Tu gracia, para que sepamos cómo contestar a cada uno, y para que lo hagamos de una manera que te agrade. Que no haya ningún tipo de crítica, mentira, queja ni palabra deshonesta en mi vida, Señor, sino que todo lo que diga y haga sea lleno de Ti. En el Nombre de Jesús. ¡Amén!” ¡Eres un Milagro! Christian Misch

A veces hacemos comentarios rápidos, casi sin pensar, y no nos damos cuenta del efecto que esas palabras tienen en otras personas. Recuerdo que cuando era adolescente tuve una pequeña psoriasis, que se manifestó con la aparición de rojeces en los codos y en las manos. Era un poco incómodo, pero gracias a Dios desapareció al poco tiempo; sin embargo, todavía recuerdo la reacción que tuvo uno de mis amigos de la iglesia cuando vio las rojeces en mis brazos. Me dijo bastante serio: “¡amigo, estás podrido!”. Obviamente me lo dijo de broma, pero ¿te puedes creer de todas las conversaciones que hemos tenido a lo largo de estos años, este simple comentario es uno de los que más recuerdo? En las diferentes ocasiones en las que he experimentado molestias o enfermedades en mi cuerpo, estas palabras han seguido resonando en mi mente, haciéndome pensar de manera casi inconsciente que quizá en el fondo sí que había algo malo en mí. Esas palabras me afectaron, y abrieron puertas en mi vida a temores y a conclusiones erróneas. ¿Y sabes qué es lo peor? Que no era su intención hacerme daño. De hecho, estoy convencido de que yo también he cometido ese mismo error en varias ocasiones, y que algunos de los comentarios que he hecho sin pensar a lo largo de mi vida han afectado a otras personas. No es ninguna tontería: Jesús de hecho nos avisa de que tendremos que dar cuentas por ese tipo de comentarios irreflexivos (Mateo 12:36). La Biblia dice que de nuestras bocas “proceden bendición y maldición [...] ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? ¿Puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce” (Santiago 3:10-13). ¡Mi querido(a) amigo(a), que de la fuente de tu boca solo broten palabras de bendición! Proponte de todo corazón en este día no hacer comentarios que puedan afectar a otras personas y convertirse en una maldición para ellos. Que tus palabras sean dulces, y que sacien la sed de los que están a tu alrededor. ¡Eres un Milagro! Christian Misch

Un reciente análisis de modelos astronómicos de la NASA ha identificado un eclipse lunar que ocurrió el viernes 3 de abril del año 33 d.C., fecha que muchos estudiosos asocian con la crucifixión de Jesús. Este fenómeno, en el que la Luna adquiere un tono rojizo conocido como "Luna de sangre", coincide con descripciones bíblicas de eventos celestiales inusuales durante la crucifixión. Los evangelios sinópticos mencionan una oscuridad que cubrió la tierra desde el mediodía hasta las tres de la tarde durante la crucifixión (Mateo 27:45, Marcos 15:33, Lucas 23:44). Además, en Hechos 2:20, el apóstol Pedro cita la profecía de Joel: "El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes que venga el día grande y glorioso del Señor". Investigadores de la Universidad de Oxford, como Colin Humphreys y W. Graeme Waddington, han argumentado que estos pasajes podrían referirse a un eclipse lunar visible en Jerusalén poco después de la muerte de Jesús . Aunque algunos expertos consideran que la oscuridad descrita podría deberse a fenómenos naturales como tormentas de polvo o nubes densas, la coincidencia con el eclipse lunar del 3 de abril del año 33 d.C. ofrece una posible explicación astronómica. Este hallazgo proporciona una conexión entre la narrativa bíblica y eventos celestiales documentados, ofreciendo una perspectiva adicional sobre los acontecimientos de la crucifixión.

¿Has oído hablar alguna vez del “Efecto Pigmalión”? Según varios estudios que se llevaron a cabo en entornos educativos durante el siglo XX, aquellos niños que sienten que sus padres y sus profesores creen en su capacidad para aprender, suelen sacar mejores notas. Sus palabras y reacciones positivas les animan a creer en sus propias capacidades, y a dar lo mejor de sí mismos. Esto es lo que se conoce como el “Efecto Pigmalión” Lo contrario desgraciadamente también se cumple. ¿Cuántas veces has visto niños a los que, en momentos de enfado, sus padres les han dicho cosas como “no vales para nada”, “eres un cabeza hueca”, o cosas similares? Esas palabras dañan la autoestima de los niños, y les hacen creer en el fondo que no son buenos en esas áreas, que no son inteligentes, que no valen para nada. Eso nos pasa incluso a nosotros mismos. Cuando empezamos a decir cosas como “no valgo para esto”, “voy a morir de esta enfermedad” o “¡soy estúpido!”, empezamos a creerlo, y abrimos puertas en nuestra propia vida para que esas cosas ocurran. El libro de Proverbios dice que “la muerte y la vida están en el poder de la lengua, y los que gustan usarla comerán de su fruto” (Proverbios 18:21, RVA). Las palabras que hablamos tienen mucho poder, tanto para nosotros como para los que nos rodean. Cada declaración que hacemos, tanto sobre nuestra vida como sobre la vida de los demás, tiene el poder de dar vida o de dar muerte, de bendecir o de maldecir. ¡Querido(a) amigo(a), que el fruto de tus labios sea un manjar para tu vida, y para los que te rodean! Que cada palabra, cada cosa que declares con tus labios en este día, esté llena de vida, de bendición y de la paz del Señor. Te llevo en mi corazón y en mis oraciones. ¡Eres un Milagro! Christian Misch

“En el principio, Dios creó los Cielos y la Tierra…” ¿Te suena este pasaje? Es el primer versículo de la Biblia. La Creación de Dios es impresionante, pero lo más impresionante es ver cómo Dios creó todo. Dice la Biblia que Dios dijo: “sea la luz”, y fue la luz. Él fue nombrando las cosas y dando órdenes, y todo en la creación obedecía sus instrucciones. Por supuesto, hay dimensiones de sabiduría que nos sobrepasan en esto, pero el punto que más quiero destacar aquí es que Dios creó todas las cosas por medio de Su Palabra. Las palabras de Dios son creadoras. Él “llama a las cosas que no son como si fuesen” (Romanos 4:17), y nosotros, como corona de Su creación, hemos recibido también la capacidad de hablar, y de usar nuestras voces. A imagen de Dios, nuestras palabras tienen también mucho poder, al punto de que es a través de ellas que podemos aceptar o rechazar la salvación, bendecir o maldecir a los que nos rodean, declarar la verdad o vivir en la mentira. A lo largo de esta semana, vamos a analizar el enorme poder que tienen nuestras palabras, a la vez que compartiré contigo 7 claves que te ayudarán a usarlas de manera sabia, para que sean una bendición tanto para tu vida como para la vida de los que te rodean. ¿Estás listo(a)? Vamos a orar: “¡Señor, gracias por todo lo que haces en nuestras vidas, Dios mío! Te pido que nos ayudes a usar nuestras palabras de una manera que te sea agradable, que cada palabra que salga de nuestra boca sea agradable para Ti, Señor, y de bendición para los demás. Ayúdanos a aprender lo máximo posible durante esta semana, y a crecer siempre en Ti. En el Nombre de Jesús. ¡Amén!” ¡Eres precioso(a) para Dios! ¡Eres un Milagro! Christian Misch Serás una persona poderosa, estoy seguro de eso dime ¿últimamente has notado la forma en que estás hablando? Este plan te ayudará a hablar de una forma nueva, bíblica y poderosa. Recuerda que estos textos han sido extraídos de Un Milagro Cada Día, un email alentador que Christian Misch escribe y envía diariamente a miles de personas. Si quieres recibir cada día este mensaje de aliento en tu correo electrónico, puedes suscribirte en este enlace . Además, al suscribirte recibirás el libro electrónico “10 claves para volver a conectarse con Dios”, el cual te ayudará a profundizar en tu comunión con Dios

El amor de Dios el Padre es maravilloso, pero necesitamos aprender a tener reverente temor a Él, y ese temor no es un temor de “SOS”, no es el temor que a veces teníamos de la ira de nuestro papá natural. Temer a Dios es un respeto, es la expresión del amor verdadero, es estar dispuestos a ser obedientes a su voluntad. “Como la altura de los cielos sobre la tierra”, así se compara al amor del Padre que es inagotable. ¿Para todas las personas? ¡No! Es inagotable para los que le temen. El amor de Dios es tan inmenso, y no lo podemos medir porque Dios es amor. Y quienes le temen y obedecen tienen la promesa de Su eterno amor. En el capítulo 103:13 dice: “Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen". Tiene compasión para los hijos, tiene compasión para los que le temen. Esta característica de Dios se muestra nuevamente en Salmos 103:17: "Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, Y su justicia sobre los hijos de los hijos", la misericordia de Dios es eterna, va a seguir eternamente, pero para los que le temen, los que le respetan, los que le aman, los que ponen en práctica Su Palabra. En este mismo Salmo nos habla y explica lo que es el temor de Dios. “Sobre los que guardan su pacto, Y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra" (Salmos 103:18). “Guardan Su pacto” es acción de obediencia.“Ponerlos por obra” es también acción de obediencia. Necesitamos escuchar la Palabra, recordarla y ponerla en práctica. Al obedecerla mostramos nuestro amor a Él. Una cosa es tener memorizados los versículos, pero vivir en acuerdo a la Palabra es otra cosa. Es muy bueno memorizar, estudiar, pero nuestro deseo no es solamente levantar gente que conoce la Palabra, aunque es importante porque es la luz que guía nuestro camino, pero necesitamos gente que la ponga en práctica. Juan 14:2 dice:“El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi padre y yo le amare, y me manifestare a él”. Guardar los mandamientos es “perdonar como somos perdonados”, “tener misericordia como él tiene misericordia de nosotros”, es conocer Su Palabra para ponerla en práctica porque le amamos a Él. Que nuestras vidas reflejen lo que predicamos, ese es nuestro anhelo como Iglesia, que podamos conocer, pero también poner en practica la Palabra de Dios, porque en eso hace el que lo ama. “Yel que me ama será amado por mi padre y yo le amare, y me manifestare a él”. En Romanos 8:35 dice: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?”. Y en el 38-39 afirma: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro". Nada nos puede separar del amor de Dios el Padre. No importa la circunstancia o lo que estemos pasando, tenemos asegurado el amor del Padre. Lo único que puede separarnos de su amor es nuestra propia decisión de dejarlo, de separarnos de Él. Pero si decidimos vivir conforme a Su Palabra, entonces nada ni nadie podrán separarnos del Padre que tanto nos ama. Oración: Gracias Señor por preciosa Palabra y lo que ella puede revelarme, gracias una vez más por tu amor y por enseñarme que aquel que te ama, te obedece. Amén.

El amor del Padre también tiene esta característica: “No nos trata conforme a nuestros pecados”. Porque, si fuese conforme a nuestros pecados, estaríamos separados de Dios y muertos, porque la paga del pecado es muerte y lo que en verdad deberíamos haber recibido es todo lo que Cristo recibió al tomar nuestro lugar en la cruz. Pero, Él no nos dio lo que debíamos recibir, aunque estábamos perdidos en el pecado. Sin embargo, nos salvó, nos ayudó, nos restauró, nos sanó para vivir una relación de comunión con Él. Necesitamos reconocer nuestro error, pedir perdón y dar la vuelta del error y caminar con él. Él puede perdonarnos, y darnos la verdadera recompensa a los que vivimos para él. Él no mira atrás, pero sí nos mira y nos dice: “Tengo futuro para ti, un futuro de bien y no de mal”, porque quiere levantarnos, ayudarnos. Y nos alienta a que tampoco nosotros miremos atrás:“Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante” (Filipenses 3:13), para así estar enfocados solo en Cristo, el autor y consumador de nuestra fe. Oración: Gracias Señor por ver en mí más de lo que yo pueda ver, gracias por amarme y entregarme de una fuente de amor que no tiene explicación ni comparación. Tú simplemente me amas. Amén.

Otra importante característica del Amor del Padre, es que nuestro Padre Celestial no guarda enojo. Esto significa que si hacemos algo malo, el Padre no nos dirá:“Hace 10 años hiciste tal cosa, ¿lo recuerdas? Dios no quiere que guardemos el enojo, porque Él no guarda el enojo. Gracias a Dios vivimos en la época de la gracia, pero eso no nos permite“estirar Su gracia como si se tratara de un chicle”, porque este tiene un tiempo y la gracia se acaba, porque sabemos que Cristo vuelve y vuelve pronto. Dice en Isaías 43:25 hablando del perdón: “Yo, yo soy el que borró tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados”. El amor del Padre borra nuestros pecados, cuando venimos ante Él pidiendo perdón. Pedir perdón de todo corazón significa arrepentimiento, pedir perdón es dar la vuelta para no pecar más, entonces ahí Dios borra todo el pecado. Él no guardará el enojo por lo que hicimos antes porque borra nuestros pecados y no se acuerda más de ellos. Es el enemigo, es el acusador, él sí está ahí recordando todo el tiempo lo que hicimos, porque busca aplastarnos. Por eso, necesitamos recordarle al enemigo que nuestro Padre Dios nos dice que borró nuestros pecados por completo. Somos sanos y limpios, por la sangre de Jesucristo quien nos perdonó en la cruz del calvario y podemos dignamente estar en Su presencia. Oración: Señor, gracias por tu perdón, porque a través de él puedo presentarme tal cual soy delante de ti. Enséñame a valorar cada día el regalo de la gracia y ser una persona que te honra con su manera de vivir. Amén.