El Corazón del Padre ❤️

“Nacimos para pertenecer a alguien que diga de nosotros: ‘mío’. Estamos hechos para ser anidados en el vientre, para nacer deseados y morir acariciados, para ser abrazados hasta encajar” (Aixa de López). Nacimos para oír: ‘No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre, tú eres mío’ (Isaías 43:1b) .
La parábola de los dos hijos nos muestra dos maneras de vivir: uno que se aleja en busca de placeres pasajeros y otro que permanece en la Casa del Padre pero con resentimiento y lejanía. Ambos experimentan las consecuencias de sus decisiones, y ambos revelan el corazón del Padre hacia sus hijos.
“Un hombre tenía dos hijos. El hijo menor le dijo al padre: “Quiero la parte de mi herencia ahora, antes de que mueras”. Entonces el padre accedió a dividir sus bienes entre sus dos hijos” (vv. 11-12). Dios Padre no te manipula; Él deja que tomes tus propias decisiones, aunque no esté de acuerdo con ellas. Tu libertad para decidir también es una marca de tu responsabilidad frente a las consecuencias que traen esas acciones.
“Pocos días después, el hijo menor empacó sus pertenencias y se mudó a una tierra distante, donde derrochó todo su dinero en una vida desenfrenada” (v. 13). Tu capacidad para decidir muchas veces está viciada por los males del corazón. El hijo no cambió por estar fuera de la casa; estar fuera de la Casa del Padre mostró lo que realmente había en su corazón.
“Cuando finalmente entró en razón, se dijo a sí mismo: … “Volveré a la casa de mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (vv. 17-18). La única manera de regresar a la Casa del Padre es reconocer nuestra necesidad y arrepentirnos. El hijo menor, después de haber derrochado su herencia, se da cuenta de su error y decide volver a su Padre. Su confesión es sincera. Esta humildad y arrepentimiento son esenciales para experimentar la gracia y el amor del Padre.
“Ya no soy digno de que me llamen tu hijo. Te ruego que me contrates como jornalero” (v19). Debes lidiar con la tendencia de querer reparar por ti mismo el daño causado por el pecado. Tu corazón se inclina a creer que no eres digno de perdón, ni de amor, ni de aceptación. Por algún tiempo lucharás con el sentimiento de orfandad y no te podrás ver como un hijo amado por su Padre.
“Entonces regresó a la casa de su padre, y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó” (v 22). El Padre te anhela obstinadamente y espera con paciencia que regreses a Él. Es su amor, compasión y perdón los que silencian los pensamientos de indignidad y abandono que te han acompañado. Su alegría al verte llegar es tan grande que “tiene que hacer fiesta” porque su hijo había muerto y ahora ha vuelto a la vida. (v.24)
“Pero él respondió: “Todos estos años, he trabajado para ti como un burro y nunca me negué a hacer nada de lo que me pediste… »Su padre le dijo: “Mira, querido hijo, tú siempre has estado a mi lado y todo lo que tengo es tuyo” (vv 29-31). Aunque nunca te hayas alejado de Su Casa, como el hermano mayor, puede que tengas un sentimiento de orfandad al no poder reconocerlo como tu Padre ni a ti mismo como su hijo. Si ves a Dios como el amo a quién hay que darle cuentas y no disfrutas estar con Él, si te cuesta recibir su amor y su gracia, entonces también necesitas regresar a Él.
Así como el hijo pródigo fue restaurado a la comunión con su padre, también nosotros podemos experimentar la restauración y la reconciliación con Dios. Él nos llama por nuestro nombre y nos dice: “Tú eres mío”. No importa cuántas veces hayamos fallado, su amor, gracia y perdón siempre están disponibles para un corazón arrepentido.
Hoy, considera dar un paso hacia el Corazón del Padre. Aquí hay algunas acciones que puedes tomar:
Reflexiona sobre tu relación con Dios: Tómate un momento para pensar en cómo te relacionas con Dios. ¿Te sientes cerca de Él o distante? ¿Hay áreas en tu vida donde necesitas arrepentirte y volver a Él?
Confiesa tus pecados: No temas acercarte a Dios con humildad y sinceridad. Él está esperando para perdonarte y restaurarte.
Busca la comunión con Dios: Dedica tiempo a la oración y la lectura de la Biblia. Escucha lo que Dios quiere decirte. Permítele hablar a tu corazón y recordarte que eres amado y aceptado.
Acepta la gracia de Dios: No importa cuán lejos hayas estado o cuántos pecados hayas cometido, la gracia de Dios es suficiente para cubrirte. Cree en Su amor incondicional y permite que te restaure.
Comparte esta verdad con otros: Si has experimentado el amor del Padre, compártelo con quienes te rodean. Anima a otros a acercarse a Dios y experimentar Su amor transformador.

Vivimos en la era del conocimiento y de las emociones. De las ciencias, las ideologías, los sentimientos. Vivimos en una sociedad altamente humanista. Se exalta al ser humano por sus capacidades, de pensar, de razonar y de sentir. De construir y de inventar, y la Iglesia debe tener mucho cuidado de no caer en esta tendencia humanista. Hay una verdad que late fuerte en la Palabra de Dios y se aclara en nosotros cuando conocemos a Cristo: el ser humano sin Dios está muerto. La salvación es un milagro, un acto sobrenatural, que escapa a todo razonamiento humano, que huye de emocionalismos y que sólo puede entenderse mediante el conocimiento personal de Cristo. No es algo irracional, de hecho está fundamentado en parámetros legales altamente racionales: nacemos condenados, la culpa pesa sobre nuestras espaldas porque en nosotros está el germen del pecado, que brota irremediablemente y nos aleja de Dios, nos conduce hasta la muerte, pero la muerte del cuerpo, porque el espíritu nace muerto ya. Sólo hay una forma de ser declarados libres, de evitar la pena de muerte. Pagar el precio. ¿El problema? Nadie tiene suficientes riquezas, ni una vida suficientemente perfecta, ni el poder para pasar de muerte a vida. Nadie excepto Jesús. Pero debe ser voluntario, no puede ser a la fuerza. Y de nuevo, Jesús. No sólo nos liberta de una muerte inminente, resucita nuestro espíritu. Y he aquí el milagro. Y en este punto es donde la sociedad difiere. La resurrección. Los milagros. La fe. Todo lo que el ser humano no puede explicar o demostrar. La mayoría de sucesos tienen explicaciones naturales. Pero, ¿no es acaso la naturaleza y su curso un milagro en sí? Cada proceso natural proviene de un suceso sobrenatural: la vida. Y la vida, el inicio de ella, solamente tiene un autor: Cristo.

Antes de Él, no había nada. Él creó el universo. Pero, ¿no fue Dios? Él es Dios. Él es el único modo de conocer a Dios. Él es Dios hecho hombre. En el Génesis, Jesús ya era. El apóstol Juan lo dice: “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio”. Algunos creen que Jesús es un siervo más de Dios. Como los ángeles, como los profetas. Pero Jesús no es un ser creado. Es el ser Creador. Él es la segunda persona de la trinidad. En Él está la divinidad. Cuando estuvo en la tierra, sujetó su divinidad, por amor, para cumplir su propósito: la salvación de la humanidad. Tal vez nunca podamos entenderlo del todo, al menos no mientras nuestra mente esté limitada, aquí en la tierra. Pero en el cielo, todo tendrá sentido. De momento sólo necesitamos entender esto: Cristo es Dios, en Él habita la plenitud de Dios. En Cristo tú y yo estamos completos, porque Él nos completa. No nos falta nada porque Él lo llena todo. Dios mismo se acerca a su propia creación. Porque Él no “tiene” amor. Él es amor. La esencia de Dios es el amor. Nuestra esencia es irremediablemente el amor, si Cristo es nuestra “cabeza”. Si de verdad le hemos cedido las riendas de nuestra vida a Cristo, entonces no podemos ser escasos en amor. Y es a través de ese amor, el amor de Cristo en nosotros y a través de nosotros, que vamos a conquistar el mundo entero. Porque el amor de Dios es poderoso, es feroz, es eterno, como las garras de un león, atraviesa el corazón humano, no para destruirlo, sino para restaurarlo.

Nuestra misión como creyentes es clara: la expansión del Reino de Dios por todo el mundo. A través de toda la Biblia vemos una y otra vez, cómo Dios, a través de su pueblo, desea revelarse a la humanidad al completo, para que se arrepientan de sus pecados y sean salvos. No es una misión fácil, ni siquiera posible para un ser humano. Sin embargo, se hace posible gracias a Jesús, a su obra en la cruz y en nosotros. Por medio de Él y con la ayuda insustituible del Espíritu Santo, se hace posible. Sin embargo, la gente no va a ver a Jesús en persona, encarnado como le vieron hace más de dos mil años. Ahora las personas van a conocerle a través de ti, y de mí. La Iglesia es ahora el cuerpo de Cristo, y si quieren conocerle, lo harán conociéndonos a nosotros. ¿Qué van a ver? En la carta de Pablo a los Colosenses, encontramos la clave para que la Iglesia no pierda su esencia, ya que como seres humanos, somos fácilmente engañados. Debemos fortalecer nuestro espíritu y nuestra mente a través del reinado de Cristo en cada uno de nosotros. Sólo así, con Jesús a la cabeza, la Iglesia puede cumplir su misión y el Reino de Dios alcanzar a todo ser humano. En estos cinco días, vamos a encontrar en Jesús mucho más que una persona perfecta, un maestro, un salvador, hallaremos la esencia del universo, a Dios mismo.

Daddy Yankee sorprendió al mundo al regresar a los Billboard durante la Latin Music Week 2025, marcando un nuevo capítulo en su carrera con el lanzamiento de su álbum “Lamento en Baile”, inspirado en el versículo bíblico Salmo 30:11 (“Has cambiado mi lamento en baile”). Su sencillo “Sonríele” ya alcanzó el número 1 en la lista Latin Airplay de Billboard, consolidando su regreso con un mensaje totalmente renovado y centrado en su fe cristiana. El artista puertorriqueño, cuyo nombre real es Ramón Luis Ayala Rodríguez, compartió que su conversión transformó su vida y su arte, afirmando que “la fortaleza más grande que tenemos en medio de una crisis es adorar y alabar al Señor porque trae alegría”. Lejos del reguetón tradicional, Daddy Yankee aseguró que este no es solo un regreso musical, sino espiritual: “No se trata de un regreso simplemente… se trata de conexión”. Con este nuevo propósito, el “Big Boss” busca inspirar a otros a encontrar esperanza, fe y propósito en Dios, demostrando que la música urbana también puede ser un canal poderoso para compartir el mensaje de Cristo.

Y ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice al miedo. En cambio, recibieron el Espíritu de Dios cuando él los adoptó como sus propios hijos. Ahora lo llamamos «Abba, Padre» —Romanos 8:15 NTV Dios me está enseñando lo que significa ser su hija. Aunque crecí en un hogar centrado en Él, no entendía lo que significaba ser su hija. Mis padres y abuelos me enseñaron sobre Dios y su fe, pero me tocaba a mí decir «sí» a convertirme en una creyente de Jesús. Siempre creí que no era suficiente, que tenía que hacer algo para ganarme su amor. Durante la pandemia de Covid-19, en un momento difícil, tuve un encuentro con Dios que transformó mi vida. Vi cómo Él me llamaba a volver a mi primer amor, volver a Él. Vi el fruto de las oraciones de mi familia y comprendí que el Dios de mis padres era también mi Dios. Puedo llamarle «Abba Padre», no por mis obras, sino porque Jesús murió en la cruz por mis pecados. Cuando Cristo se sacrificó a sí mismo por nosotros, nos liberó del pecado y de la separación de Dios. En Romanos 8, aprendemos que aquellos que se apartan del pecado y aceptan a Jesús como su Salvador son “guiados por el Espíritu de Dios” y somos “hijos de Dios” (v. 14 NTV). Somos adoptados por Dios y podemos llamarle “Abba, Padre” (v. 15 NTV). Dios anhela tener una relación estrecha con nosotros, y no necesitamos hacer nada para ganarnos esa relación, pero necesitamos responder. ¿Hoy confías en Jesús y en que has sido adoptado dentro de Su familia por siempre? Waleska Morales ¿En qué punto te encuentras en tu relación con Dios? Si tu confías en Jesús, ¿qué significa para ti llamar a Dios «Abba Padre»? Jesús, gracias por tu sacrificio en la cruz y por adoptarme. Por favor ayúdame a crecer en mi relación contigo y a reflejar tu amor aquí en la tierra. Amén.

Hablarás de [estos mandamientos] estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. —Deuteronomio 6:7 RVR, énfasis añadido por el autor Cuando los israelitas estaban en las llanuras de Moab preparándose para entrar en la tierra prometida, Moisés les recordó que debían enseñar a sus hijos un mandamiento importante: «Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas» (v. 5 RVR). Dado que los israelitas vivían en una cultura arraigada en tribus y familias unidas, toda la tribu debía enseñar a los niños, no solo los padres. Podemos aprender del mandato de Dios. Es importante que enseñemos a nuestros hijos acerca de Dios, como la escritura nos manda en Deuteronomio 6. Esto también puede ser útil de tener aliados espirituales en la vida de nuestros hijos. Dios nos ha diseñado para que nos relacionemos unos con otros. Incluso las Escrituras exhortan a los creyentes a animarse unos a otros (Hebreos 10:24). Podemos llegar a nuestra familia de creyentes y pedirles que se unan a nosotros en nuestro viaje de criar a los niños y enseñarles a amar y honrar a Dios. Aprovechar la influencia de otros puede ofrecer a nuestros hijos un apoyo adicional y darles otra persona a la que pedir consejo si así lo desean. Quizás Dios ya ha puesto a alguien en tu vida que puede ser un aliado espiritual. Tal vez sea la familia de tu iglesia o un amigo. Tu relación con tus hijos y tus esfuerzos por guiarlos son importantes. ¿Y lo más importante? Enseñarles acerca de nuestro asombroso Dios y todo lo que ha hecho a través de las generaciones. Lucas Leys ¿Quiénes pueden ser aliados espirituales en la vida de tus hijos? ¿Qué puedes hacer hoy para enseñar a tus hijos a amar a Dios? Dios de generaciones, guíame hacia aliados espirituales y ayúdame a encontrar cada día oportunidades para enseñar a mis hijos acerca de ti. Amén.

Y debido a que somos sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestro corazón, el cual nos impulsa a exclamar «Abba, Padre». —Gálatas 4:6 NTV Como hija mayor y primogénita de tres hermanas, me convertí de forma natural en una persona ambiciosa, siempre esforzándome por dar más y buscar los mejores resultados. Esta puede ser una gran cualidad cuando se utiliza bien, pero resulta agotadora cuando define la propia identidad. Tras años de conversaciones con Dios a través de la oración, me di cuenta de algo: a menudo nos esforzamos tanto porque buscamos amor y aceptación. Intentamos demostrar nuestra valía y ganarnos un amor que ya nos ha sido dado. Gálatas 4:4–7 nos recuerda una hermosa verdad: no tenemos que ganarnos el amor de Dios. En el versículo 6, el apóstol Pablo dice a los creyentes en Jesús, “Y debido a que somos sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestro corazón, el cual nos impulsa a exclamar «Abba, Padre»” (NTV). Fuimos adoptados en la familia de Dios, no por nuestros esfuerzos, sino porque Él nos eligió. La adopción es intencional. Dios te vio, te conoció, y aun así dijo: «Eres mío». Tal vez has estado llevando una carga innecesaria, sintiendo que no eres suficiente o que debes hacer algo para merecer su amor. Pero los niños no trabajan para ganarse un lugar en la familia, simplemente pertenecen a ella. Y tú perteneces. Eres amado, aceptado y sostenido en Su gracia. El Dios de las generaciones te está eligiendo. El mismo Dios que llamó a Abraham, Moisés y David te ha llamado a formar parte de su familia. Yasmin Yunes ¿Qué cargas llevas ahora mismo? ¿Cómo puedes descansar en la verdad de que ya le perteneces a Dios? Abba Padre, gracias por adoptarme en tu familia. Por favor ayúdame a recordar que no tengo que esforzarme para ganarme tu amor. Amén.

Entonces, el ángel les habló a las mujeres: «¡No teman!—dijo—. Sé que buscan a Jesús, el que fue crucificado. ¡No está aquí! Ha resucitado tal como dijo que sucedería. Vengan, vean el lugar donde estaba su cuerpo. — Mateo 28:5–6 NTV Imagina que un ser querido ha llegado al final de su vida terrenal y le has dado sepultura. Días después, visitas su tumba y la encuentras vacía. Un ángel te dice que ha resucitado. Imagina la maravilla, el miedo y la duda que podrías experimentar. Estas fueron algunas de las emociones de los primeros testigos de la resurrección de Jesús. Este momento victorioso no es solo un acontecimiento pasado, sino el comienzo de una nueva era llena de esperanza. En Mateo 28:6 (NTV), el ángel dice: «¡[Jesús] no está aquí! Ha resucitado tal como dijo.». Estas palabras fueron algo más que un simple anuncio: marcaron un punto de inflexión en la historia de la humanidad. La resurrección abrió la puerta a la comunión con el Padre y afirmó que la muerte no tiene la última palabra. Igual que resucitó y ascendió al cielo, volverá por nosotros (Hechos 1:9–11). Podemos transmitir a la siguiente generación esta verdad asombrosa: la resurrección de Jesús nos transforma y nos prepara para la unión eterna con él. La resurrección significa el poder incomparablemente grande de Dios que también está disponible para los creyentes hoy (Efesios 1:19). Estamos anclados en la verdadera resurrección de Cristo. Su victoria significa que ya no vivimos con miedo, sino con esperanza, confiando en Su fidelidad. Christine D’Clario ¿Qué significa que Jesús proclamara la victoria sobre la muerte? ¿Qué puedes hacer esta semana para confiar más en Dios con tus miedos? Señor Jesús, gracias porque en tu resurrección encuentro vida y esperanza. Por favor ayúdame a confiar en tu victoria y a compartir esta verdad con el mundo. Amén.

Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. —Juan 19:30 RVR Consumado es. Estas fueron las últimas palabras de Jesús en la cruz. En ese momento, la historia se partió en dos. Fue el día más oscuro de la creación: el cielo se enlutó cuando el Hijo de Dios, a través del cual se hicieron todas las cosas, exhaló su último aliento. Jesús vino como un verdadero héroe. Dejó su trono, su gloria y su posición divina para habitar entre nosotros. Trajo esperanza, paz y reconciliación (2 Corintios 5:19); Él abrazó nuestra fragilidad y nuestra fe débil. Él no vino solo a cautivar a un mundo alejado de Dios, sino a reconciliarlo con su creador. Murió por nuestros pecados para que no tengamos que soportar ese castigo y permanecer separados de Dios. Gracias a su sacrificio, podemos tener vida eterna y estar con Dios para siempre. Juan 3:15 promete que todo aquel que crea en Él tendrá vida eterna. La cruz fue cruel y despiadada, llena de sufrimiento y agonía, sin embargo, condujo a la resurrección. Dios no escatimó nada para cambiar nuestra historia, escrita con la tinta de la sangre derramada en la cruz del Calvario. Por el sacrificio de su Hijo en esta cruz, todas las generaciones están unidas. Al compartir esta historia a lo largo de las generaciones, invitamos a otros a unirse a la familia de Cristo y compartimos el mayor regalo posible. Y la oscuridad se convierte en luz. Alex Campos ¿Cómo puedes vivir cada día en respuesta al sacrificio de Jesús? ¿Con quién puedes compartir esta semana la esperanza que tenemos en Jesús? Jesús, gracias por entregar tu vida por mí. Por favor, ayúdame a vivir cada día en gratitud por tu sacrificio y que mi vida refleje tu amor y tu gracia. Amén.

Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. —1 Juan 4:7 RVR De niña, una de mis cosas favoritas era escuchar las historias de fe que mi padre compartía con nosotros. Siempre me asombraba ver cómo el poder y la fidelidad de Dios se habían manifestado en su vida. Era muy alentador para mí ver cómo su amor por Jesús se hacía evidente en la forma en que amaba y servía a los demás. Ahora, mientras desarrollo mi propia relación con Jesús, he tenido el privilegio de servirle y ser testigo del impacto de compartir su amor con otros. En 1 Juan 4:7, el apóstol Juan dice: “Queridos amigos, amémonos unos a otros”. Esto nos recuerda que fuimos llamados a amar porque conocemos a Dios. Cuando amamos, seguimos el gran mandamiento, “‘Ama al Señor tu Dios con todo tucorazón, con toda tu alma y con toda tu mente (...) Este es el primero y el más importante de los mandamientos” (Mateo 22:37–38) Se nos instruye entonces: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. 39). Servimos y amamos a Dios sirviendo y amando a su pueblo. ¿Cómo servimos a los demás? Una manera de hacerlo es mostrar la misma compasión y gracia que Dios nos muestra cada día. Esta gracia y compasión es un don maravilloso para compartir con los demás y les muestra la luz de Cristo (Juan 8:12). Daniela Calveti ¿Con quién puedes compartir el amor de Dios esta semana? ¿En qué áreas puedes servirle a Dios en tu iglesia, tu comunidad o en tu trabajo? Querido Dios, gracias por el amor que Tú me has dado. Que mi vida refleje tu gracia. Por favor ayúdame a ver a los demás como tú, con una lente de amor y compasión. Lléname con tu Espíritu Santo para servir con un corazón dispuesto. Usa mis palabras y acciones para glorificarte y acercar a otros a ti. Amén.



