Una mujer persistente en la oración que confío en la promesa que Dios le hizo.
A pesar del sufrimiento, el peso emocional y las burlas por no poder tener hijos, se mantuvo firme, orando, por lo que tanto anhelaba.
Dice la Biblia que lloraba mucho y no quería comer. Todos los años iba al santuario a presentar su petición delante de Jehová. E hizo una promesa a Dios y era justamente que si le daba un hijo lo entregaría para que le sirviera.
El sacerdote Eli una vez que habló con ella y se dio cuenta por lo que estaba pasando le dijo: “Vete tranquila, y que el Dios de Israel te conceda lo que has pedido”.
Me llama mucho la atención porque la Palabra dice que Ana se alegró, no volvió a estar triste y a la mañana siguiente fueron al santuario y adoraron. Creo firmemente que la actitud de adoración de Ana, le demostró a Dios que ella confiaba en Él y eso cautivo Su corazón. Simplemente no pudo contenerse ante su actitud de adoración.
Ana creyó al instante, que vería su milagro y simplemente confío en que lo recibiría.
Sea cual sea el milagro que estás esperando, si la situación que enfrentas es tan grande que sientes, que no puedes más y es insoportable, si has escuchado la crítica o sufrido la burla de las personas que te rodean o si te sientes desgastada y te han robado la alegría, necesitas saber que cuando no tenemos el control de las circunstancias y creemos que todo está perdido, ¡es hora de confiar!
Abandona todo lo que te agobia y échate en los brazos de Dios, solo Él tiene el poder y la capacidad para hacer lo sobrenatural en tu vida.
Confiar es: dejar una cosa al cuidado de alguien, especialmente en quien se tiene confianza.
¿Puedes tú confiar en Dios? ¿Puedes confiarle tu vida? ¡Sí! Él quiere y tiene el poder para hacer un milagro, como lo hizo con Ana. Él tiene el poder para multiplicar tus fuerzas y levantarte como las águilas.
Dice Su palabra que satisfará al alma cansada y saciará a toda alma entristecida.
¡Vamos! Recobra tu ánimo, ¡no permitas que el enemigo apague la luz que hay en ti!
Levántate en adoración, no permitas que nada estorbe tú alabanza a Dios y la bendición de recibir Su fortaleza en medio de ella.
Ora a tu Dios y habla con franqueza y confianza, como un niño llega ante su padre, desahógate y deja que Dios te consuele en medio de la comunión con Él.