24 de diciembre de 2025
Sabía que estaba mal, pero aun así tomé la guitarra de Sean, su posesión más preciada. Estaba en clase, y la tentación de ganarme la confianza de mis amigos de primer año burlándome de él a sus espaldas era irresistible. Así que puse mi mejor cara de Sean y rasgueé varias notas contundentes. Entonces una cuerda se rompió y me quedé congelado. Mis amigos se echaron a reír, pero yo me quedé ahí parado como un animal en una trampa. Quizás conozcas esa sensación: has dicho o hecho algo de lo que te arrepientes de inmediato, y una culpa ineludible te invade. No pudiste ocultar ni cambiar la situación. Quedaste atrapado en la trampa, expuesto. Según la Biblia, la ley del Antiguo Testamento se dio para producir un efecto similar. Establece un estándar de justicia imposible de alcanzar. Muestra cuán bueno es Dios y, en marcado contraste, cuán deficientes somos nosotros. Cuando sabes qué hacer y fallas constantemente, terminas sintiéndote acorralado y expuesto, como me sentí yo al sostener la guitarra de Sean. Las normas de la ley se convierten en una avalancha: cada instrucción es una bola de nieve que cae en cascada, una tras otra, hasta que quedas sepultado bajo el peso abrumador de la maldición de la ley. Sin embargo, la ley contiene indicios de que nosotros, quienes continuamente fallamos, no tenemos por qué ser quienes carguemos con ese peso. Estos indicios incluyen la Pascua, el sistema de sacrificios y las numerosas referencias a la misericordia de Dios para quienes se volvieron a Él y se apartaron de la maldad. El Antiguo Testamento anticipa la verdad claramente expresada en Gálatas 3:13: que un portador de maldición es nuestra esperanza y ayuda. Y esta esperanza es la razón por la que celebramos hoy: Jesucristo ha venido. Nuestra vergüenza ha sido transferida a Jesús, y mediante su perdón, somos libres. De una vez por todas, el pecado es aplastado y la muerte es derrotada (Hebreos 10:10,18). Reflejar ¿Qué palabras, acciones y errores te agobian? Compártelos con Dios. Si nunca le has pedido a Jesús que entre en tu vida y recibas su don del perdón, te invito a que consideres aceptarlo hoy. Él cargó con el castigo por todos nuestros pecados. Orar Señor, gracias por enviar a Jesús para que me ayudara a llevar mi maldición. Por favor, perdóname por lo que he hecho. Estoy muy agradecido de tener una relación personal contigo, mi Creador, mi Salvador, mi Padre. Gracias por llevar la carga de mis errores y fracasos y, a cambio, hacerme puro e irreprensible. Ayúdame a aceptar tu don de perdón y libertad.